Me considero ecologista: reciclo, reutilizo y consumo poco; más allá de eso: publico memes ecológicos, le hablo a mis amigos sobre el consumo de agua, del plástico, le explico a la gente en el super sobre mi bolsa reutilizable para el mercado. Pero si algo está claro en el mundo es que esas acciones individuales sólo sirven para limpiar nuestras conciencias y lamento decirles a todos mis amigos ecologistas: con esa conciencia se limpian el culo todos los políticos que venden los recursos naturales por una prevenda. No siempre los venden por dinero directamente, conque las inversiones se hagan cerca a sus propiedades es suficiente, eso aumenta el valor de las tierras y, aparentemente, están generando desarrollo para su región. Es claro que sólo apoyar movimientos sociales que propendan por el bienestar de la sociedad y una visión de equilibro económico puede hacer algo por una causa por la cual yo realmente tengo poquísimas esperanzas, sobre todo con la cantidad de pendejos creyendo que con una bolsa reutilizable están salvando al mundo (me incluyo). Hay que apoyar movimientos que legislen y ejecuten voluntad política a favor del ambiente. Nuestras acciones individuales no dejan de ser una pose hipster que aporta poco o nada a la magnitud del problema (el límite de emisiones de CO2 para que el cambio climático fuera reversible se sobrepasó hace varios años).
También me considero animalista, pero ahí sí debo confesar que sólo gatitos abandonados me conmueven y soy muy pragmático. Desde que salí de casa de mi mamá nunca he tenido una mascota y menos he adoptado, más porque siempre he rentado lugares pequeños y es lamentable saber que tengo un animalito encarcelado para expiar mi soledad y sentirme acompañado por un ser que es completamente dependiente (involuntariamente). Amar a los gatos, en especial a los que tuve de joven, me permite saber que un animal libre tiene un territorio increíblemente grande y que los riesgos que corre son los mismos que corremos los humanos atravesando una ciudad para hacer realidad los sueños…. del dueño de la empresa, pues son ellos quienes tienen el tiempo de disfrutar de sus ganancias porque la ley no es justa con los trabajadores. Vuelvo a decir, tampoco tiene ningún sentido darle de comer a un animalito abandonado, si mañana va a haber otro más o peor aún, si han sido sacrificados porque no los querían. Lo único que ayuda es apoyar movimientos sociales que legislen y ejecuten voluntades políticas en contra de quienes por cualquier razón creen que es válido maltratarlos, así sea para comerlos: hasta para eso deberíamos saber que su sacrificio debe tener compasión con su dolor y sufrimiento.
A esta altura debo aclarar algo: no condeno las acciones individuales, no las considero banales, son necesarias, hacen parte de la coherencia pero no son suficientes si realmente queremos tener algún impacto en la sociedad. Como ejemplo les digo, mucha de la contaminación se genera en fábricas, eso no lo controlamos con nuestras acciones individuales. Podemos reducir nuestro consumo de plástico, pero si los fabricantes no son obligados de alguna forma a reducir la cantidad de empaques, tampoco hacemos mucho. En fin, son muchos los ejemplos en los que la magnitud de los problemas no dan para resolverse sólo con acciones individuales o que tales acciones tomarían más tiempo del que necesitamos para que un fenómeno tenga alguna revertibilidad. Después de apoyar grupos que legislen y ejecuten, como individuos tenemos que velar porque esas leyes también se cumplan, ejercer control y veeduría, esas también son acciones individuales pero están articuladas con algo más grande. Con una bolsa reutilizable en la que tenemos que participar todos 🙂
Me critican que sea tan apasionado con el tema político y quien lo hace no me conoce: toda la vida he discutido acaloradamente sobre política o, a veces, hasta de cualquier cosa. Con frecuencia me gusta llevar la contraria, me hago del lado opuesto de mi verdadera posición sólo para equilibrar la discusión, disfruto de una buena «pelea», me encanta ver personas cuya argumentación es sólida sin importar si están de mi lado o no, de eso siempre se aprende. Intento dar argumentos muy sólidos, casi siempre busco referentes de más autoridad o estrategias cuya lógica sea muy buena, no siempre lo logro, pero lo intento con mucho cuidado, a veces caigo en la trampa de la emocionalidad y ahí realmente pierdo. Tengo amigos que piensan completamente diferente a mí: derechistas, hasta fachos y a algunos los admiro (¡por otras cosas, por supuesto!), hay una amiga que la quiero mucho y está completamente del lado opuesto del espectro político. Pero no se engañen: estoy dispuesto a perder cualquier contacto que tenga en FB por discusiones políticas. No hay nada más falso que un «amigo» de Facebook: he pedido ayuda, he invitado a salir, he propuesto iniciativas y el único eco que se escucha es mi dignidad fracturandose como estantería de porcelana en un jardín infantil. Más de 400 contactos y con menos de 10 me puedo tomar una cerveza, un café o echarme una buena tertulia. Cuando uno tiene clara su posición en la vida también encuentra personas afines o hasta seguidores. Odio la idea de la burbuja de información: todos los contactos piensan similar a uno, pero sí creo que esos contactos varían con el tiempo para ajustarse más a nuestra línea de pensamiento y de acción; aparece gente más interesante. La línea política es la visión que tenemos de la sociedad, no es un asunto menor, y lo que definitivamente no soporto es no poder discutir algo. Si no se puede discutir con alguien, no es una persona cuyas ideas quiera tener cerca, me parece superficial y poco enriquecedora. Muchas discusiones políticas influyen en la existencia de personas, en su vida o muerte y por supuesto en las propias, pero muchas veces influyen más en quienes están en condición de vulnerabilidad, por eso es necesario el Estado: para cuidar esos derechos de quienes no son mayoría o cuyas condiciones no permiten una participación equitativa en la sociedad; la política también alimenta esa terrible idiosincracia colombiana que considera a ciertas personas más importantes que otras, no de dientes para afuera, por supuesto, en eso los colombianos somos impecables: sabemos muy bien qué decir y cómo decirlo. Pero indirectamente apoyamos ideas facistoides: los pobres lo son porque quieren, esa gente está ahí (en la rivera del río) porque quiso, esa nena se lo buscó por la forma de vestir, se lo ganó por puta, que maten a todos esos guerrilleros (o políticos que está más de moda), que los gays hagan lo que quieran pero en su cuarto o peor: lo mataron por gay. Derechos para unos pero no para todos, como la esclavitud. La vida es sagrada y millones de personas que dicen cosas como las que acabo de citar votaron e hicieron campaña con Antanas Mockus sin comprender ni una coma de lo que el man decía: la vida de la puta vale igual que la del estudiante y vale igual que la del político y vale igual que la del guerrillero y vale igual que la del ingeniero y vale igual que la del profesor o el ama de casa, PUNTO. No es una opinión, es un principio ético irreductible pero a veces lo disfrazamos con opiniones para evitar tomar una posición clara: «es mi opinión y la debes respetar», !Ni mierda!
Sobre la coyuntura actual, tal vez he sido demasiado insistente, más de lo acostumbrado aunque en la campaña de Mockus también fui muy incisivo: publiqué, discutí, hice publicidad y hasta creé videos para Youtube, así que no es nada nuevo. Quienes piensan que es inútil discutir y enojarse por política están completamente equivocados, hoy votamos por un candidato y durante los siguientes 4 años nos quejamos por cómo es Colombia. La voluntad es el concepto más poderoso de nuestro aservo linguístico y si es voluntad política, como lo mencioné en los primeros párrafos, sí es efectiva, nos conecta con la sociedad y nos permite hacer algo de impacto, no como cuando reciclamos, o dejamos unos granos de cuido en la calle. No querer que haya más toros cuesta y como ya saben todos los que estuvieron pendientes de la alcaldía de Bogotá cuando Petro fue su alcalde lo saben, pero lo logró: no hubo una sola corrida de toros. A la gente le suena más que Petro fue autoritario, para luego publicar que es una barbarie ir a una corrida. Voluntad política era lo que se necesitaba para decidir entre una central solar en la Guajira o la hidroeléctrica más grande de Colombia (Hidroituango) que está a días de ser la catástrofe no natural más grande de Colombia y una de las más grandes del mundo (cientos de veces el volumen de agua y lodo que borró Armero van a recorrer lo que resta del Cauca y el Magdalena borrando los bienes y las vidas de todas las comunidades rivereñas y sus recursos naturales y económicos por meses) porque se quiso favorecer a grupos económicos, personas prestantes con propiedades en la zona y probablemente a partidos políticos interesados en acallar una zona llena de conflictos sociales. Voluntad política fue lo que se necesitó para crear vivienda de interés prioritario para gente pobre dentro de Bogotá, no en las afueras como si la gente pobre no tuviera derecho a estar cerca de su lugar de trabajo, como voluntad política no tuvo el actual alcalde para decir inicialmente que la porción de metro en el sur de Bogotá sería metro aéreo mientras que el centro sería subterráneo (malo para el pobre y bueno para el rico y, finalmente, ni lo uno ni lo otro). Voluntad política es lo que se necesita para intervenir en la Guajira, llevar agua y comida sin que sea vendida como cuido para cerdos en otro municipio; un esfuerzo económicamente ínfimo, que tampoco requiere mucha tecnología o complejidad en conocimientos, pero que requiere confrontar a los grupos políticos y económicos poderosos que requieren extinguir la población para poder usar el agua en sus actividades económicas o, como lo demuestra la decisión de Hidroituango, que los recursos se vayan a lugares donde otras personas (de mejor cuna) reciban la valorización de las tierras y el desarrollo, porque éstas personas valen más que los indios de la Guajira o los negros del Chocó o de Tumaco, ellos no saben para qué el dinero o el poder que eso implica. No tengo que explicarles lo que creo del voto en blanco en segunda vuelta, ¿cierto?. No hay cómo ponerlo de otra forma: hoy es Petro o Duque (al mando de Alvaro Uribe).
La voluntad política no es un asunto menor y sólo votando por quienes la han demostrado podemos hacer algo por la sociedad y el mundo. No se equivoquen: sí estoy dispuesto a perder contactos por política, sobre todo si no son capaces de discutir. No tengo problema si comprenden que son derechistas y hasta facistas, pero que sean serios, lo sustenten y sean conscientes de ello. Ahí yo sé con quién trato y no los evito: los escucho para confrontar ideas, los observo, aprendo de ellos y también les enseño, así se crea sociedad: con la diversidad. Una opinión o creencia no es discutible, eso está claro, pero no todo son opiniones, no todo son percepciones, hay relaciones directas demostrables a partir de hechos y ahí las cosas no son relativas. Satanizamos el juicio para vivir tranquilos, pero sacrificamos la capacidad de criticar, opinar y ejercer nuestros derechos. No me critiquen porque soy incisivo, tengo claridad de que la acción política es la que realmente cambia la sociedad. Critíquense uds. que se quejan todo el tiempo de cómo mueren los niños de la Guajira sin que “nadie haga algo», como si llevar 6000 botellas de agua fuera hacer algo (atienden 10 comunidades por un día) o que no les importe que 6000 ex-guerrilleros, que sólo saben dar bala, se queden sin la esperanza de reinsertarse a la sociedad para ser fuerza disponible (carne de cañón) de quién sabe qué nueva organización en un gobierno cuyas políticas han alimentado el desplazamiento interno de Colombia y legitiman el menosprecio a esas poblaciones: pobres y guerrilleros. Y de paso policías y soldados, que también en su mayoría son gente humilde. Quien vota por eso (por acción u omisión) legitima que Colombia es un país de castas: valen más los empresarios que los pobres, que los indígenas o los negros; valemos más nosotros los profesionales de la ciudad que los guerrilleros (indirectamente también valen mierda los soldados y los policías que mueren enfrentandolos) y valen mucho más los políticos de siempre y sus hijos que todos nosotros juntos. Espero que ésto no aplique para otros países pero los paralelos entre las sociedades latinoamericanas, lamentablemente, son muchos. Hoy necesitamos darnos cuenta que lo que se juega en las votaciones del próximo 17 de Junio va mucho más allá de un candidato, es validar si somos ese país de castas o no.