Cuando el cielo está despejado y la noche es suficientemente oscura, tapizada de luces centellantes y manchas apenas visibles, no sólo hay objetos temerosos de naturalezas diversas. Hay 88 zonas reconocidas que parcelan el cielo, 88 figuras que retan la imaginación y que cuentan a través de mil variantes, las historias que pueblos ancestrales sembraron oralmente en la cultura del mundo entero. Aquellas historias que veían dibujarse cuando en las noches se podía mirar el cielo y ver entre las estrellas ordinarias leche derramada, el más grande cazador del universo, luchas eternas entre héroes y monstruos, ríos, mares, barcos y entre escenas una que otra mancha borrosoa que se adjudicaba ser la entrada de las almas hacia la tierra. Hay en esos objetos, apenas los vecinos de nuestra galaxia, la mitología que desde hace más de 4000 años cuenta historias fantásticas de cuando los dioses y las diosas sudaban por el amor de los mortales, cuando sentían envidia y cobardía y cuando se mezclaban entre nosotros con su poder transformado en seducción y una lujuria natural que los hacía parecer como hechos a imagen y semejanza de la mujer y el hombre. Se despliegan en el cielo fantasías que nos ayudan a mantener despiertos cuando la compañía exige que la noche comience muy etérea y fría en las figuras que hay que imaginar y termine con las manos cálidas y juntas en una conversación que involucra la piel y el cabello, pero no de los dioses sino de quienes los inspiraron a nacer. Hay también para muchos otros creyentes de la tierra la morada de Dios más allá de quién sabe. Existen también historias de ciencia y hasta las que aún no se han descubierto. Una evolución de teorías que se pelean por ser la más increíble, más fantásticas aún que las historias de los dioses. Una lucha entre humanos por la cosmogonía reinante que costó la vida al mismísimo Galileo, entre muchos otros. Una química compuesta por los elementos más simples posibles en el universo, navegando libre por la física más extrema y compleja que los científicos han podido imaginar hasta ahora, una química de elementos simples que se transforman de a pocos, a través de millones de años, en elementos complejos productores de vida en una proporción tan mínima que hasta ahora sólo la tierra parece haber sido fértil a su actividad. Existe en cualquier punto visible del cielo, una historia científica apenas descubierta, una luz que se vió por unos segundos, un planeta que no se creía posible, incluso en el lugar aparentemente más oscuro una explosión de galaxias de mil colores tanto o más grandes que la nuestra, que cuentan detalles sobre el nacimiento mismo del universo. Una ilusión de otros tipos de vida escondida entre planetas que son apenas detectables. Acechan también unos monstruos que pocos escritores han podido imaginar, amenazantes rupturas del espacio-tiempo, verdaderas ultrasombras gigantescas de las que no se escapa la luz y que consumen con toda violencia hasta a las mismas leyes de la física, que corre, inusualmente insegura, sus propios límites y parámetros para explicar lo que sucede cerca de ellas y que algunos excéntricos han acordado llamar agujeros negros. Hay momentos que suceden una sola vez y que cruzan su existencia con las de las pocas personas los alcanzaron a ver: una estrella fugaz que deja de recuerdo la sensación quisquillosa de quienes la vieron, un satélite que nos espía y se revela por un instante cabalgando raudo por el cielo, un asteroide que choca la luna, una estrella moribunda que explota y cuyo último suspiro es el de los pocos humanos que congelan el aliento cuando la ven, las mil preguntas que generan las luces que se mueven en el cielo. Hay la sola brisa del viento nocturno que nos acerca, hay detrás de los lentes del telescopio más asombro del que se puede conseguir a simple vista, incluso está en el cielo la imagen misma del otro lado del espejo, cuando usamos un telescopio de reflexión que aumenta la cantidad de luz que se puede obtener con un lente. Hay ciencia y técnica, filosofía, vida y muerte, sicología, historia, fantasía, imaginación, ilusiones, soledades y excusas para estar acompañado. Y todo se devela cada noche cuando nuestra tierra deja los celos y nos abre la ventana a este aleph en el que presenciamos todo con sólo levantar la mirada. Y tú ¿qué quieres ver esta noche?]]>